Un samurai cenaba solo en una mesa de un albergue aislado. Tres moscas revoloteaban continuamente alrededor de él, pero su calma era sorprendente. Tres Ronin entraron en el albergue. Inmediatamente contemplaron con ansias el magnífico par de sables que llevaba el hombre solitario. Seguros de sí mismos, tres contra uno, se sentaron en la mesa de al lado y comenzaron a provocar al samurai.
Este permaneció imperturbable, como si ni siquiera hubiese sentido la presencia de los ronin. Lejos de desalentarse, éstos de burlaron de él cada vez más. De pronto, con tres gestos rápidos, el samurai atrapó las tres moscas que aleteaban a su alrededor con los palillos que tenía en la mano. Después, tranquilamente, dejó los palillos, totalmente indiferente a la conmoción que había causado en los tres ronin.
En efecto, no solamente se callaron de golpe, sino que presos del pánico huyeron a toda prisa. Habían comprendido a tiempo que no podían atacar a un hombre de tan temible maestría.
Más tarde supieron con escalofríos que ese hombre que tan hábilmente les había desalentado era, nada más y nada menos que el famoso Maestro... Miyamoto Musashi.