Un día pasaron por allí unos estudiantes que tenían mucha hambre y no tenían dinero para comer. Empezaron a estudiar la manera de robar al cura la mula; pero no podían llevársela y dejar la noria parada, porque el cura al no sentir las esquilas desde su casa, se asomaría a la ventana y vería en seguida que le habían robado la mula.
Acordaron que al que le tocara, se quedaría dando vueltas a la noria para que sonaran las esquilas, y así el cura no se daría cuenta hasta que ellos estuvieran lejos. Así lo hicieron, y el que quedó dando vueltas a la noria estuvo toda la noche; pero cuando se cansó, se paró. El cura, al levantarse y no oír las esquilas, se asomó a la ventana y, viendo a un hombre en lugar de su mula, se armó con un cuchillo muy grande y se fue a ver qué pasaba. Al verle llegar, al estudiante se le pusieron los pelos de punta, pero ya tenía pensado lo que iba a decirle y le dijo:
-Mire usted, señor cura. Yo soy su mula, que estaba castigada por una vieja a tirar veinte años de una noria. Hoy cumple el plazo, y como he rezado mucho, Dios ha hecho que vuelva a mi forma humana. Así que usted me tendrá compasión y me dejará marchar sano y salvo. Si en alguna ocasión volviera a encontrarme hecho mula, no se asuste, soy el mismo.
El cura, al oír la relación del estudiante, le dejó marchar, encargándole que rezara mucho para no volver a ser castigado. El estudiante cuando se vio libre, fue en busca de sus amigos y les contó lo ocurrido. Y fueron a la feria a vender la mula del cura.
El cura fue a comprar otra mula a la feria. La primera que vio fue la suya; pero se apartó de ella como alma que lleva el diablo, diciendo:
-¡A mí ya me la has dado una vez! ¡Ahora, el que no te conozca te compre!