Hermanos Grimm · Versión traducida por Angelina Gatell
Ilustración de Shigeto Takahashi
Había una vez una cabra que tenía siete preciosos cabritos. Un día los llamó a su alrededor y les dijo:
— Tengo que irme al bosque. Tengan mucho cuidado con el lobo. Si consigue entrar en nuestra casa, se los comerá. Procuren siempre tener muy bien cerrada la puerta, y no abrirle a nadie. Y, sobretodo, recuerden que si alguien llama (toc-toc-toc) miren muy bien por debajo de la puerta, y si tiene las patas negras, no abran porque es el lobo malo. Si hacen lo que les digo, nunca les ocurrirá nada malo.Pero tan pronto como se fue la cabra, llamaron a la puerta, y había una voz ronca que decía:
— ¡Ábranme la puerta; soy su mamá!Los cabritos escucharon muy atentamente, pero no se atrevieron a abrir. El lobo malo les volvió a tocar, y dijo:
— ¡Ábranme, ábranme! ¡Les traigo muchos regalos a mis hijitos!Ellos se asomaron por debajo de la puerta y exclamaron:
— ¡Vete de aquí! ¡Te conocemos muy bien por tus patas negras y tu voz ronca!Entonces el lobo tomó mucha miel para endulzar su voz, cubrió sus patas con harina blanca, y volvió a la cabaña de los cabritos.
— ¡Ábranme la puerta; soy su mamá! ¡He traído muchos regalos para ustedes!Entonces, el lobo mañoso, extendió sus patas "blancas" y las mostró.
— ¡Es mamá! —dijo uno de los cabritos.
— ¡Enséñanos tus patas, queremos estar seguros!
— ¡Es mamá! —dijo uno de los cabritos.Y tan pronto como los cabritos abrieron la puerta, el lobo entró a la cabaña y se los comió uno tras otro, casi sin respirar. Contento de su triunfo y con el estómago lleno, salió de la cabaña, tambaleándose, y dijo:
— ¡Es mamá! ¡Es mamá! —dijeron los otros.
— ¡A dormir!Poco después, la cabra regresó a la cabaña, buscando a sus hijitos, y no vio nada. La mamá cabra imaginó lo que había pasado y se puso a llorar. Pero de repente oyó una voz muy temblorosa que decía:
— ¡Aquí estoy, mami: me he salvado! —dijo el más pequeño de los cabritos, que había alcanzado a esconderse debajo de una cama.Entonces, salieron a buscar al lobo, y cuando llegaron a su cueva, vieron que su estómago se movía. La cabrita, con unas tijeras, le abrió la panza y empezaron a salir todos sus hijitos, uno por uno. Y ya todos felices, se fueron. Y el lobo malo jamás despertó.
Fin